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El destino que la miseria masculina le dio a Johana Ramallo. Juicio a sus proxenetas y tratantes

Belén Noir

Johana Ramallo fue estudiante de la escuela n°24 de Berisso, madre desde adolescente, trabajadora, hija de Marta Ramallo. Tenía 23 años cuando fue vista por última vez, la noche del 26 de julio de 2017. Un mes y medio antes de su desaparición, Johana se había separado por segunda vez del padre de su hija, y ambas volvían a la casa de Marta. A la par, el Estado, con la política de ajuste de Macri, desmanteló la cooperativa “Ellas Hacen”, que era el sustento económico tanto de ella como de su madre. A la vulnerabilidad sexual a la que estuvo expuesta desde la adolescencia por hombres que la violentaron, se le sumó la pobreza y la urgencia económica. Fue captada por una red de prostitución de la zona roja de La Plata. Se ha dicho que estaba de puta y que después la captó una red de trata, o que era una “trabajadora sexual”, sí, que fue levantada por un mal cliente, pero hay que recalcar que ya estaba siendo regenteada y la situación estructural, más el ofrecimiento de prostitución por parte de los proxenetas, fue por sí misma trata. La última vez que la vieron con vida fue pasadas las 21 horas en Avenida 1 y calle 63, registrada por las cámaras de una estación de servicio. El día anterior, 25 de julio de 2017, con un estado de salud deteriorado por la drogadicción a la que la llevó la violencia sexual de los puteros, fue internada en el Hospital San Martín, que está a unas cuadras de la zona roja. La anotaron como «NN Johana», y la dejaron ir sin el alta correspondiente, es decir que la devolvieron a sus proxenetas. Pudo volver a su casa y le dijo a Marta que estaba sin el celular. Al día siguiente de su desaparición, Marta supo muy bien que no se había ido de joda y lo que realmente estaba pasando. Ese mismo día erradicó la denuncia en la comisaría 16 de Villa Ponzzati -donde le dijeron que se había ido con el novio-; se inició una causa con la carátula de “averiguación de paradero” a cargo de la fiscal Betina Lacki, responsable de la Unidad Funcional de Instrucción (UFI) N° 2 y con intervención de la titular del Juzgado de Garantías N° 5 Marcela Garmendia. Marta pidió expresamente que se la busque como desaparecida víctima de trata, y Lacki se negó mostrándole fotos de Johana en situación de prostitución, responsabilizándola por eso y restándole importancia a su desaparición, generando complicidad con las redes de prostitución locales. El 21 de septiembre de ese año, los abogados querellantes en representación de Marta Ramallo pidieron al fiscal Schapiro que la buscara como caso de trata con fines de explotación sexual. Lacki y Garmendia se resignaron y el caso judicial pasó a los Tribunales Federales.


Desde que empezó la causa judicial, varios proxenetas lograron desvincularse de los señalamientos como responsables del secuestro de Johana con diferentes coartadas. En una conferencia de prensa sobre el caso le pregunté al abogado querellante Hortel, que en el período que estuvo como tal aportó poco y nada a la búsqueda, si habían buscado en las cámaras de las calles de la zona roja, y me dijo que sólo habían investigado a proxenetas que al final no tenían que ver con la causa, es decir, no fueron imputados ni procesados por proxenetismo en sí aparte de la explotación sexual y secuestro de Johana. No es casualidad, dado que en la zona roja platense hay complicidad con la policía bonaerense, particularmente la comisaría 9na y el jefe de calle de la zona correspondiente, Guillermo Salas. Marta Ramallo desde el primer momento lo mencionó como responsable en el entramado de las redes de prostitución de la zona. En 2018, su casa fue baleada por un varón, mientras el policía que estaba de custodio dormía. Sus hijos fueron verdugueados por la policía antes y después de que empezó la búsqueda de Johana. Las denuncias ante esto fueron desestimadas. Quienes acompañamos la búsqueda de Joha, sentimos la esperanza de encontrarla con vida el 7 mayo de 2018, cuando Margarita Meira vino a La Plata a denunciar que una mujer se escapó de la Unidad Penal Nº 34 de Melchor Romero, estando secuestrada y prostituída en un sótano, donde tenían cautivas a otras mujeres -a quienes sacaban todas las noches para llevarlas a los tantos prostíbulos que hay en la ciudad- y una de ellas parecería ser Johana. La información lamentablemente se difundió por redes y grupos de periodistas que rápidamente empezaron a difundirlo en sus medios, lo cual dio facilidad para que en caso de que la denuncia sea verdadera, los tratantes tengan tiempo de mover a las mujeres. El lugar fue visitado primero por la policía bonaerense, que ya había sido apartada de la investigación por pedido de la querella al encontrarse implicada. El allanamiento recién fue ordenado por el Juez 6 horas después de la denuncia y la difusión, y cuando la hicieron no revisaron los sótanos, que era un lugar clave y lo hizo la policía federal acompañada del Servicio Penitenciario, obviamente cómplice.


Durante la causa pasaron muchos fiscales y jueces, que cada vez que la tomaban empezaban todo de cero, retrasando la aparición de Johana. Marta Ramallo pidió la renuncia de uno de ellos, Ferrara, porque desalentó la participación de la PROTEX, Procuraduría de Trata y Explotación de Personas. En agosto de 2018, la policía recibió la denuncia de un hombre que estaba pescando en la zona de Palo Blanco, en Berisso y encontró restos humanos desmembrados. Estuvieron guardados durante 9 meses hasta que intervino el Equipo argentino de antropología forense. Ahí, el 30 de abril de 2019, se empezó a rumorear que podía ser el cuerpo de Johana. La justicia impuso el secreto de sumario para silenciar la bronca de la familia y de los sectores feministas que la buscaban y denunciaban la complicidad judicial con las redes de prostitución, y el ADN fue confirmado en mayo, y en la movilización siguiente empezamos a exigir justicia y memoria por Johana Ramallo. Marta recibió los restos de Johana varios meses después de exigírselos al poder judicial. Se los entregaron en una caja de cartón, los rompieron aún más para que entren en esa caja.


Todo esto se puede leer como el continuo de violencia del Estado patriarcal y lo que les importó Johana, como también es lo poco que les importan las vidas de las mujeres que diariamente están siendo violadas por hombres en la prostitución. Insisto con que nada de esto puede verse solamente como un caso aislado de algo que existe muy lejos de la sociedad. El patriarcado se basa, entre otras formas de opresión y explotación, en la prostitución de las mujeres por parte de los hombres, los cuales violan, lucran, organizan, se hacen cómplices, sostienen la violación pagada en redes entre ellos que van desde el putero obrero hasta el juez, pasando por todas las clases. La vida de Johana fue arrebatada por los que exprimen la existencia de las mujeres en función de su sexualidad hasta que ya las vulneraron lo suficiente como para descartarlas con la muerte.


A partir de la lucha que dieron su familia y los grupos feministas, hoy están siendo acusados 7 cómplices por delito de trata de personas y de comercio de drogas, que fueron los que la regentearon a ellas y a otras tantas mujeres por esos años. Un primer grupo las vigilaba y les retenía el dinero para lucrar con sus cuerpos; el segundo grupo denominado “las viejas” le cobraba a las víctimas “la parada” para la caja chica de la policía. El tercer grupo le daba drogas a las mujeres para generar deudas por las drogas consumidas. Todos en una red para beneficiarse de la explotación del cuerpo de las mujeres. Tuvieron que pasar años de impunidad para que se desmantele esta red de prostitución, que es una de las tantas que siguen existiendo en la ciudad.


Hasta que el último proxeneta sea encarcelado: Johana Ramallo, ¡presente!


Memoria, verdad y justicia.


Fuente: "La política de las mujeres" Antología de textos feministas-lésbicos. (2023) Belén Noir

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